Estos días se está celebrando en Egipto la cumbre de la ONU sobre el clima y los gobiernos se reúnen para afrontar la emergencia climática. Eso después de un verano en el cual las olas de calor han batido récords en todo el mundo y una sequía en África ha puesto en riesgo de muerte a más de 20 millones de personas. El calentamiento global está afectando la salud de la población y hace enfermar y más vulnerables a los más pobres y marginados del mundo. Pero el impacto va más allá. Por ejemplo, el cambio climático también está afectando a los pilares de la seguridad alimentaria, amenazando el rendimiento y reduciendo la temporada de los cultivos. Casi un 30% más de la superfície terrestre mundial se vió afectada por sequías extremas entre el 2012 y el 2021, poniendo más personas en riesgo de inseguridad alimentaria y desabastecimiento de agua. También aumenta la propagación de enfermedades infecciosas como la malaria, que mata a más de un millón de personas al año, así como las muertes por malnutrición, paludismo o diarrea. Hace más de 30 años que los políticos debaten sin éxito cómo frenar el cambio climático. Esta cumbre será un nuevo fracaso y los acuerdos de reducción de emisiones de CO2 se volverán a incumplir. En el 2021 se ha alcanzado el récord histórico de emisiones con 36,3 gigatoneladas (GTn). Solamente en los últimos 20 años, la China ha pasado de emitir 3,5 GTn a 12 GTn, un incremento que supera por sí si solo las emisiones conjuntas de los EUA, la UE y Japón. Las emisiones por cápita de China superan las de todos los países desarrollados. Quizás la recesión, y no la cumbre, podrá frenar las emisiones del gigante chino.
La gran transformación tecnológica del siglo XIX aprovechó el poder de los combustibles fósiles para el crecimiento industrial. El siglo XX intensifica el uso de estas tecnologías e inicia la vía del calentamiento global. El proyecto industrial del siglo XXI tendrá que ser probablemente la descarbonización de la economía. Y se tendrán que asumir costes. Los coches tardaron unos 30 años, a partir del 1900, a substituir completamente a los caballos. La historia demuestra que las transformaciones que afectan a infraestructuras enteras, como las que se necesitan hoy, requieren más tiempo. El cambio será más lento de lo que piden los activistas del cambio climático. Chillar más no lo cambiará y las pataletas de la sueca Greta Thunberg, tampoco. En la cumbre acordarán una reducción en la emisión de gases contaminantes. Pero ni se cumplirá ni tampoco podemos pretender consensos entre 200 países. Un nuevo enfoque pide centrarse, sector por sector y empresa por empresa, en las tecnologías que son necesarias para crear una economía menos contaminante. A medida que estas tecnologías se prueben, se experimenten y mejoren, los costes bajarán y se podrán generalizar.
La eliminación de las emisiones de carbono requerirá una transformación radical de la mayoría de industrias, desde las compañías aéreas hasta la agricultura. Cada sector, como la aviación, la electricidad, las finanzas, la silvicultura, el transporte marítimo o por carretera y la producción de cemento o acero, tiene sus propios modelos de negocio y sus particularidades, de manera que cada uno necesitará una estrategia propia. Algunas empresas suecas ya están suministrando las primeras toneladas de acero limpias a la industria del automóvil. En el transporte marítimo, un grupo de países colaboran con empresas líderes por crear los primeros corredores marítimos verdes del mundo, donde los puertos coordinan estándares e inversiones para que los barcos naveguen con emisiones mínimas. Ninguna de estas iniciativas responde a un plan central ni es resultado de ninguna cumbre multilateral, sinó que surgieron de forma independiente y descentralizada. Por eso es necesario evaluar constantemente los experimentos y probar tecnologías en distintos contextos para ver si realmente funcionan. Así se ha llegado a que casi el 9% de los coches vendidos durante el 2021 hayan sido eléctricos o híbridos. La transición del coche convencional al eléctrico parece imparable.
Dado que la industria de la Cataluña Central está muy concentrada en el sector auxiliar del automóvil, aquí sí que hay un problema que requiere la atención de las autoridades. Casi el 70% de las empresas tiene un alto riesgo de desaparecer si no se adapta a las nuevas demandas de la automoción. El problema ya no es que el despliegue de la infraestructura pública de recarga esté por hacer o que los fondos Next Generation no lleguen según se había prometido o que el macrocentro de formación de Martorell continúe desocupado, sinó que es la reconversión de todo un sector industrial de gran importancia para la Cataluña Central. Con la electromovilidad pierden sentido actividades como los talleres de reparación y la fabricación de elementos como el cárter y los frenos, el cigüeñal y las bugías, o el motor y el tubo de escape. Muchos elementos del coche convencional desaparecerán inexorablemente. ¿Qué plan de actuación y de contingencias se ha previsto para afrontar la reconversión? ¿Qué apoyo se recibirá de la administración pública? ¿Cómo se sumarán las micro y pequeñas empresas a la digitalización y fabricación avanzada? ¿Qué futuro tiene la planta de Martorell? El sector textil dominante se reconvirtió en metalúrgico en la crisis de la década de 1970. Medio siglo más tarde, también buena parte del sector de la automoción se tendrá que reconvertir y miles de trabajadores perderán su lugar de trabajo. ¿Realmente estamos preparados ante la reinvención de la industria del automóvil?
Jordi Franch Parella, doctor en Economía y profesor de los estudios de grado en Administración y Dirección de Empresas-ADE del campus Manresa de la UVIC-UCC
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14/11/2022
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