La depresión se ha convertido en la gran epidemia de nuestro tiempo. Según los informes de la Organización Mundial de la Salud, los trastornos depresivos ocupan el segundo lugar en causa de muerte después de las cardiopatías. La industria farmacéutica ha experimentado unas ganancias extraordinarias. Según recoge Allen Frances en su excelente libro "Somos todos enfermos mentales? (Ed. Ariel), cada año se extienden 300 millones de recetas de fármacos psiquiátricos. Solamente en los EUA, los antidepresivos generan 12.000 millones de dólares al año. Pero, ¿Son efectivos los antidepresivos?
Parece que se está haciendo un sobre-diagnóstico de la depresión. En relación con esto conviene reflexionar sobre por qué muchos de estos diagnósticos los hacen los médicos de cabecera. El Dr. Allen, refiriéndose a la población de los EUA, dice que el exceso de medicación psicotrópica por parte de los médicos de atención primaria se ha convertido en una grave amenaza contra la salud pública, pero ha hecho aumentar espectacularmente los ingresos de la industria farmacéutica.
En nuestro país, un Informe del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad sobre la utilización de medicamentos antidepresivos en España durante el período 2000-2013 (Fecha de publicación: 2014.01.14) recoge que el mayor uso de los antidepresivos podría explicarse por el aumento de la incidencia de trastornos del estado de ánimo, por la mayor detección diagnóstica por parte de los médicos de atención primaria, así como la extensión de las indicaciones terapéuticas autorizadas para estos medicamentos.
España, a la cabeza del consumo de antidepresivos
El psiquiatra y psicoterapeuta José Luis Pedreira Massa, en un artículo publicado en la revista Reacción Médica, dice que el último informe de la Junta Internacional de Estupefacientes situa a España, por segundo año consecutivo, a la cabeza internacional en el consumo de ansiolíticos y antidepresivos.
Parece, por lo tanto, que la depresión es tratada como una enfermedad médica, de causa biológica, que como toda enfermedad de etiología biológica tiene que ser tratada con un fármaco. Para la industria farmacéutica y para muchos profesionales, la depresión tiene su origen en neurotransmisores defectuosos, por ejemplo que cuando nos sentimos abatidos, nuestros niveles de serotonina (neurotransmisor) descienden.
A pesar de eso, numerosos estudios, aunque las compañías farmacéuticas sostienen lo contrario, muestran que no hay correlación entre la ansiedad o la depresión y unos niveles bajos de serotonina. Así lo recoge C. Lane, Catedrático de la Universidad de Chicago, en su texto La timidez (cómo la psiquiatría y la indústria farmacéutica han convertido emociones cotidianas en enfermedad) Ed. Zimerman, donde concluye que es más fácil aceptar que nuestro sufrimiento proviene de unos neurotransmisores defectusoso que adminitr que hay multitud de factores - psicológicos, biológicos, sociales y ambientales - que influyen en nuestros estados mentales.
Poca evidencia científica sobre la efectividad de los antidepresivos
La principal publicación de los médicos norteamericanos, The Journal of the American Medical Association (Vol. I, num 1,6-1-2010), basándose en numerosos estudios realizados entre 1980 y marzo de 2009, concluye que, si bien el 75% de los pacientes con depresión se benefician de la medicación, los placebos resultaron tan eficaces como los medicamenteos en un 75%. Los resultados de esta mega estudio indicaban que hay poca evidencia que los antidepresivos tengan efectos farmacológicos específicos comparados con los placebos para pacientes con depresión leve o moderada. Coinciden con estos datos las conclusiones que sostiene el Dr. Allen en la obra anteriormente citada.
Otra opinión discordante es la de la Dra. Joanna Moncrieff, profesora de Psiquiatría en la University College de Londres (UCL). Para ella, el concepto moderno de depresión no fue plenamente aceptado hasta el desarrollo de la idea de un fármaco antidepresivo (Hablando claro. Una introducción a los fármacos psiquiátricos. Ed Herder). Esta autora sostiene que la industria farmacéutica ha colaborado en transformar en enfermedades psiquiátricas problemas que antes eran vistos como una cosa propia de situaciones sociales o interpersonales. Según esta autora, ensayos recientes muestran que la diferencia entre los que toman antidepresivos y placebo es muy pequeña, en realidad tan pequeña que resulta poco probable que su uso valga la pena, incluso aún que tuvieran un efecto antidepresivo real. A pesar de que el informe del Instituto Nacional de Salud y Excelencia (NICE) del Reino Unido reconoce que pueden ser útiles en trastornos de intensidad leve o moderada, sí que reconoce beneficios en personas con depresiones graves.
Más recientemente, el psicólogo James Davis, en su libro Sedados (Capitán Swing, 2022), critica la medicalización de los problemas emocionales. Sostiene que no se han encontrado marcadores biológicos para la mayoría de condiciones de salud mental, no se tiene ninguna prueba biológica para verificar ningún tipo de diagnóstico psiquiátrico. Entrevista reciente en El País (16/03/ww), dice que en la gran mayoría de las personas con depresión, la diferencia entre placebo y el antidepresivo es clínicamente insignificante, solamente en la depresión severa se observa algún beneficio, y cita un estudio en la revista The Lancet, publicado por Andrea Cipriani de la Universidad de Oxford. En otra publicación reciente, Seikkula y Arnkil (Diálogos abiertos y anticipaciones terapéuticas, Herder, 2019), recogen metaanálisis realizadas que han demostrado que la medicación antidepresiva no tiene más efectividad que el placebo en depresiones de intensidad leve o moderada.
Es convenient, por parte de todos, reflexionar sobre estas informaciones. ¿Por qué se sigue haciendo uso de un recurso terapéutico con grandes costes económicos y en numerosas ocasiones con graves efectos secundarios cuando, como hemos sostenido anteriormente en las depresiones leves, los antidepresivos tienen el mismo efecto que el placebo?
Alternativas a los antidepresivos
El psiquiatra y psicoterapeuta José Luís Pedreira Massa, en el artículo citado anteriormente, concluye que sería necesario "reforzar el funcionamiento comunitario y en red de los servicios asistenciales; el cambio en la formación de los profesionales, primando las psicoterapias; y finalmente, un cambio en la organización y el funcionamiento de los servicios de salud mental y dotarlos con los recursos humanos necesarios, tanto en número como en el perfil profesional".
Parémonos en una de las propuestas de este psiquiatra.
¿Por qué no se recurre a la psicoterapia? Es cierto que se requiere más tiempo y que las promesas de la indústria farmacéutica ponen el cebo en la inmediatez, en "curarnos" sin tener que realizar ningún esfuerzo. Esta propuesta requiere de un diálogo, de integrar síntomas en la historia personal, de un respeto y compromiso para encontrar la mejor manera de aliviar el sufrimiento. Integrando, la mayoría de veces, la psicoterapia y fármacos, se impone la esperanza de conseguir resultados tan solo con la ingesta de la píldora mágica.
Así lo señala el Dr. Allen en la obra citada, en la cual señala que a la psicoterapia le falta esta parte seductora de la industria farmacéutica en su publicidad, según la cual "todo tiene el origen en un desequilibrio químico". A pesar de esto, como bien afirma este autor, la psicoterapia funciona igual de bien que los fármacos en trastornos leves y moderados y, aunque tarda más en tener efectos y por lo tanto cuesta más, sus efectos son más beneficiosos, más duraderos, y por lo tanto, con el tiempo resulta más barata y mejor.
Como nos señala Luís Hornstein en Autoestima e Identidad (Ed. Fons Cultura Económica), es científicamente falos y humanamente peligroso postular que las depresiones son solamente biológicas. Este médico psiquiatra y psicoanalista defiende que las depresiones tienen que ser abordadas desde el paradigma de la complejidad y así podemos entender el desequilibrio neuroquímico presente en las depresiones a causa de una acción conjunta difícilmente desligada de la herencia, la situación personal, la historia, los conflictos, la enfermedad corporal, las condiciones históricas y sociales, las vivencias, los hábitos y el funcionamiento del organismo. Siendo más concretos, podríamos hablar de un trabajo temporal y mal remunerado, paro, desaucios, alta exigencia en el trabajo, incertidumbre sobre la situación social....
Para acabar, recogemos algunas de las reflexiones que propone la Dra. Moncrieff en su obra. Entre otras, que todo aquel que considere tomar un medicamento psiquiátrico tendría que preguntarse qué se sabe sobre las posibilidades de recuperación sin el tratamiento farmacológico; conocer las pruebas que existen sobre si el uso del fármaco en esta situación particular ayuda a mejorar; e informar a todo el mundo sobre las alternativas a los fármacos.
Sería deseable que, en nuestro país, se diese lo que sostiene la Dra. Moncrieff para el Reino Unido: que el asesoramiento y la psicoterapia pueden ser accesibles a las personas con sufrimiento mental a través de sus médicos de família, lo que supone una altrernativa bienvenida ante la omnipresente prescripción de antidepresivos.
Miguel Pérez, doctor y psicólogo de la Clínica Universitària de Manresa
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