La depresión es un trastorno en el que predomina la emoción de la tristeza. Es un trastorno muy complejo, ya que tiene grados tan diversos que es complicado establecer diagnósticos de manera clara. A esta complejidad hay que añadirle el aspecto subjetivo de la patología.
El diagnóstico de la depresión se hace a través de la entrevista clínica, el uso de cuestionarios estandarizados (nunca es suficiente para poder emitir un diagnóstico) y la observación clínica. También puede ayudar la información que aportan familiares y amigos del afectado, aunque hay que ser muy cuidadosos con estas aportaciones, ya que siempre tienen un sesgo personal y emocional según la relación que hay entre ellos, sus expectativas y cómo les afecta, además de las muchas creencias erróneas que rodean la depresión.
Algunos mitos sobre la depresión
Una de las creencias que ha hecho más daño es aquella que considera que la persona deprimida puede superarlo poniendo de su parte, teniendo una actitud positiva y animada. Si esto fuera tan fácil, difícilmente tendríamos todos los profesionales de la salud mental trabajando para encontrar más y mejores formas de superar la depresión. Si una persona está en un pozo y desde arriba todos le van diciendo "¡vamos, sal, tienes que ser tú, sube!", no hacemos más que hundirla aún más, cuando lo que necesita es ayuda para salir, no que le recuerden que está en un hoyo. Hay un dicho inglés que dice que en la depresión el enfermo es el prisionero y el carcelero al mismo tiempo, ni sale ni se deja salir. Para que pueda hacerlo tenemos que ayudarle a encontrar la llave.
Otra creencia errónea frecuente es creer que las personas depresivas son egoístas. A menudo se las acusa de hacer daño a los demás con su comportamiento, de pensar solo en ellos mismos. Esta segunda parte es bien cierta. Las personas con depresión sufren una gran focalización en los pensamientos auto-referidos. Significa que tienen un perfil que roza la obsesión centrado en cómo están de mal, en cómo estarían mejor los demás si ellos no estuvieran, en que lo hacen todo mal... Cierto, solo piensan en ellos, pero eso es un síntoma, no egoísmo. Piensan en ellos de forma angustiante y eso genera mucho sufrimiento.
También es habitual creer que la depresión solo afecta a personas con más capacidad intelectual. Tampoco es cierto. Sin embargo, entre los casos de personas con muchos pensamientos obsesivos, hay algunas que hacen un análisis de la vida, con filosofías bastante profundas que pueden hacer pensar que son más inteligentes. No corresponde a la realidad: la depresión no se correlaciona con un nivel intelectual determinado. Es más, las personas con discapacidad intelectual también pueden experimentar procesos depresivos.
En general también cuesta entender que una persona con depresión salga a pasear o no se quede encerrada en casa. Puede ser una depresión menos severa o que esté en vías de mejora. La depresión no es una enfermedad durante la cual las personas deban estar en la cama, pero aun así cuesta aceptar ver a alguien que está de baja por depresión paseando por la calle. Es habitual el chisme del estilo "¡no debe estar tan mal cuando va por la calle!".
Y para terminar, el tema de las creencias erróneas. Es imprescindible evitar ese "mantra" inventado por algunos conferenciantes (por llamarlos amablemente) del mundo positivo de que la depresión es un exceso de pasado. Nada más lejos de la verdad: la angustia por el futuro que prevén como catastrófico es una de las características nucleares para el diagnóstico de la depresión. Bien cierto que pueden estar inmersos también en la culpa por hechos del pasado, pero una anticipación de futuro incierto y negro suele ser muy definitorio en este tipo de trastornos.
Los desencadenantes de la depresión
En los casos de depresión, es habitual buscar o identificar un desencadenante. No se necesita una causa clara para que una persona experimente un trastorno depresivo. El ser humano busca explicaciones para todo y no siempre las hay o no siempre podemos encontrarlas o llegar a conocerlas. Por este motivo nos resulta especialmente complicado entender que una persona que aparentemente "lo tiene todo" tenga una depresión. Las cosas no son tan simples. No somos ecuaciones donde 2 más 2 siempre dan 4. Una depresión puede aparecer sin motivo, porque es un trastorno, pero también un desencadenante identificable (enfermedad, quedarse en paro, muerte de un ser querido...) puede provocar un proceso depresivo más o menos grave. Si no es tan grave lo llamamos depresión reactiva o adaptativa. Queremos decir que son la reacción a un evento negativo en la vida del sujeto. Sin embargo, atención con esto: según los antecedentes o vulnerabilidad del sujeto, esta reacción puede convertirse en lo que conocemos como depresión mayor, que es un grado serio del trastorno.
Hay muchos otros tipos de depresión, desde la depresión persistente (una forma prolongada, no grave pero que acompaña a la persona de forma crónica, una manera de ser depresiva, triste y negativa), hasta las llamadas depresiones enmascaradas, que son aquellas que se presentan bajo formas diferentes a lo habitual. En lugar de manifestaciones más afectivas, como la tristeza o la desgana, se presentan dolores más o menos específicos, por ejemplo. Es habitual que el paciente vaya al médico y no le encuentren nada evidente con las diversas pruebas, hasta que se diagnostica depresión. Es una forma más frecuente en el hombre ya que, por imperativo sociocultural, al hombre tradicionalmente se le ha negado el derecho a llorar, manifestar debilidad, miedo o dolor. Así pues, el malestar se presenta bajo la apariencia de malestar físico.
Sea cual sea el tipo de depresión, las manifestaciones son siempre en cuatro áreas: emocionales (tristeza, irritabilidad...), motivacionales (pocas ganas de hacer cosas), cognitivas (pensamientos negativos, rumiaciones negativas hacia uno mismo, hacia el futuro y hacia el mundo en general) y somáticas o de los ritmos vitales (alteraciones del sueño, el hambre...). En cada caso quizás encontremos un área u otra más presente, pero a menudo hay aspectos afectados de las cuatro. En los casos más graves, la persona dejará de ir a trabajar, relacionarse socialmente o incluso dejará de lado los hábitos de higiene.
Es importante estar alerta cuando tenemos a alguien cercano que tiene depresión o comienza a manifestar algún síntoma. No hay que banalizar el sufrimiento que genera esta patología, aunque veamos que esa persona ríe o parece estar mejor. Son patologías muy complejas que debe diagnosticar un profesional de la salud mental especializado. No olvidemos que la depresión es una enfermedad con riesgo de muerte, en forma de suicidio, y que nunca sabemos bien qué pasa por la cabeza del enfermo. La mejor terapia es la que combina fármacos si son necesarios (ni mucho menos siempre) con psicoterapia llevada a cabo por psicólogos especializados. Ni los golpes en la espalda, ni las frases hechas del "tú puedes" o "va que no hay para tanto" son la manera adecuada de acercarse a una persona con depresión. Está bien poner la salud mental sobre la mesa, pero no para menospreciarla sino para buscar los apoyos correctos cuando es necesario.
Tània Estapé Madinabeitia, docente de la Facultad de Ciencias de la Salud del campus Manresa de la UVic-UCC
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