Este artículo es un resumen del trabajo de final de grado de la graduada en Fisioterapia en UManresa, Océane Serieye. El estudio explora los efectos de la combinación de la educación en neurociencia del dolor con ejercicios terapéuticos en mujeres adultas con Síndrome de Dolor Regional Complejo de tipo 1 en la extremidad superior.
El Síndrome de Dolor Regional Complejo de tipo 1
El Síndrome de Dolor Regional Complejo de tipo 1 (SDRC-1) es una afección incapacitante y compleja que afecta principalmente a mujeres adultas en la extremidad superior tras una fractura (1). Cada año, se diagnostican unos 5,46 casos por cada 100.000 personas, y su prevalencia aumenta con el paso de los años (2). Se trata de un trastorno multifactorial caracterizado por una amplia variedad de síntomas somáticos y psicológicos que tienen un impacto significativo en la calidad de vida de los pacientes.
El SDRC-1 se manifiesta a través de una gama de signos y síntomas, tanto físicos como psicológicos. Entre los síntomas somáticos más comunes se encuentran dolores crónicos espontáneos, alteraciones de la sensibilidad, trastornos de la movilidad articular, trastornos de la motricidad, trastornos musculares, trastornos de la propiocepción y alteraciones del trofismo (2,3).
Además de los síntomas físicos, los pacientes con SDRC-1 a menudo experimentan trastornos psicosociales significativos (4). En comparación con otras patologías crónicas, estos pacientes suelen presentar niveles elevados de ansiedad y/o depresión, una percepción alta de su discapacidad y una baja autoestima asociada con una visión negativa de su propio cuerpo.
Impacto en la calidad de vida y costos
El conjunto de estos factores provoca que, con frecuencia, las personas que padecen SDRC-1 se vean limitadas en su participación en actividades sociales, y su capacidad laboral se reduzca debido a la falta de funcionalidad de las extremidades afectadas (5). Los dos aspectos psicosociales principales del síndrome son la kinesiophobia (miedo al movimiento) y el catastrofismo, que disminuyen significativamente la calidad de vida de las personas que lo padecen.
Además, el SDRC-1 se considera un problema de salud pública debido a su impacto significativo en la calidad de vida, las relaciones personales y la salud mental de los pacientes (6). También es uno de los síndromes de dolor más costosos, ya que su diagnóstico requiere múltiples consultas médicas y pruebas complementarias para descartar otras patologías (7). Además, no existe un protocolo fiable o aprobado para tratar el SDRC-1, y a menudo se necesita un enfoque de tratamiento individualizado. Esto implica probar múltiples fármacos, realizar diversas intervenciones paliativas invasivas y sesiones de fisioterapia antes de encontrar la solución adecuada. Este proceso genera una carga socioeconómica considerable, y se hace necesario encontrar una solución terapéutica simple y rentable para gestionar a estos pacientes de manera más efectiva (6).
Tratamiento actual y la Educación en Neurociencia del Dolor (PNE)
Hasta ahora, el tratamiento del SDRC-1 se ha basado principalmente en Ejercicios Terapéuticos, considerados el “Gold Estándar” para esta patología. Sin embargo, se reconoce que el tratamiento debe ser multidisciplinar e incluir la participación de profesionales de la fisioterapia, medicina, farmacología, especialistas en el manejo del dolor, así como psiquiatras, entre otros (3).
En los últimos años, numerosos estudios han investigado la eficacia de nuevas técnicas para el manejo del SDRC-1, y ha surgido una nueva recomendación terapéutica: la Educación en Neurociencia del Dolor (PNE) (8).
¿Qué es la PNE y qué beneficios tiene en el tratamiento del SDRC-1?
La PNE se define como la exposición de conceptos relacionados con el dolor, de manera accesible, para permitir al paciente comprender aspectos complejos de la neurociencia mediante ilustraciones, esquemas e historias. Este proceso tiene como objetivo modificar la percepción del paciente sobre el dolor y su comprensión (9). Se trata de una herramienta terapéutica valiosa, simple y rentable, porque solo se necesita un terapeuta especialista en el manejo del dolor crónico. A largo plazo, la PNE posibilita la mejora de la autogestión del dolor, la motivación y la adherencia al tratamiento (10).
Aunque la PNE aún no se ha aplicado directamente al SDRC-1, ha sido utilizada en otras patologías crónicas, como dolores musculoesqueléticos crónicos (12). Esta intervención ofrece muchos beneficios a los pacientes, como la disminución de los niveles de dolor, de kinesiophobia y de catastrofismo, así como la mejora de la autogestión del dolor, la motivación y la participación activa en el tratamiento.
Para maximizar los resultados, se recomienda asociar la PNE con ejercicios terapéuticos de fisioterapia (ejercicio físico activo, movilizaciones activas, hidroterapia, etc.), ya que esto facilita la preparación del paciente para el movimiento, eliminando conductas mal adaptativas y generando nuevos recuerdos de movimiento sin sensación dolorosa (13).
Conclusiones del Trabajo Final de Grado
En conclusión, la combinación de PNE y Ejercicios Terapéuticos emerge como una estrategia terapéutica valiosa para el manejo del SDRC-1 en fisioterapia. Tiene el potencial de reducir la kinesiophobia, el catastrofismo y la intensidad del dolor, al tiempo que mejora la calidad de vida y la funcionalidad de la extremidad superior.
Aunque los resultados son prometedores, se necesitan más investigaciones para validar su eficacia y aplicar los resultados a una población más amplia, destacando la necesidad de más estudios que proporcionen soluciones terapéuticas efectivas a los pacientes con SDRC-1.
Océane Serieye, graduada en Fisioterapia en UManresa
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