Cuando alguien empieza a correr y se da cuenta de que le gusta, uno de los primeros aspectos que le genera dudas es qué calzado debe utilizar para practicar esta actividad. Este artículo complementa uno anterior en el que se abordaban los aspectos básicos a tener en cuenta. En esta ocasión, profundizamos en aspectos más avanzados sobre este tipo de calzado.
La forma
Las dimensiones, el ajuste y el diseño estructural del calzado determinarán, en gran medida, su funcionamiento. Un buen ajuste es fundamental para prevenir lesiones y mejorar el rendimiento. El sistema de ajuste que mejor se adapta a las necesidades de la mayoría de la población es una lazada amplia que no interfiera con el movimiento de los dedos en la parte superior.
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El material amortiguador
La media suela del calzado deportivo incorpora generalmente material o sistemas amortiguadores que a menudo están muy influenciados por estrategias comerciales de las distintas marcas (suele ser uno de los elementos más diferenciadores).
Según el tipo de pie y de corredor, un sistema o material amortiguador inadecuado puede causar lesiones:
- En corredores con pies muy rígidos o con exceso de peso, será esencial minimizar el impacto para prevenir lesiones; sin embargo, grosores elevados y consistencias demasiado blandas pueden generar inestabilidad.
- En corredores con pies muy flexibles, un exceso de material amortiguador puede significar un control de movimientos deficiente.
En los últimos años han surgido tendencias que defienden el uso muy limitado o nulo de materiales amortiguadores para potenciar los mecanismos naturales del propio cuerpo, aunque la adaptación a este tipo de calzado debe ser progresiva y, además, no todos los corredores podrán adoptarla debido a sus características morfo-funcionales y dimensiones corporales.
También estamos viendo la irrupción de sistemas que combinan materiales amortiguadores con sistemas de retorno de energía. Los calzados que incorporan estos sistemas son muy exigentes para el usuario y están diseñados para correr a ritmos altos. Su uso por parte de corredores que no estén suficientemente preparados para tolerar la exigencia de estos sistemas puede provocar lesiones.
Los corredores que utilizan soportes plantares podrán beneficiarse de material amortiguador adecuado a sus características.
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El control de movimientos
Los elementos estructurales de la zapatilla y el sistema de cierre serán los que proporcionen al pie estabilidad dentro del calzado. Como mencionamos anteriormente, el diseño de la media suela y el material amortiguador también son muy importantes en el control de movimientos.
La mayoría de las marcas comerciales presentan modelos que mejoran el control de movimientos y alargan la vida útil de las zapatillas (retrasan su deterioro) incorporando elementos estructurales más resistentes según el tipo de pie.
El uso de soportes plantares es determinante en el control de movimientos cuando los pies realizan movimientos que pueden ser lesivos.
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La tracción
La suela del calzado determina su relación con la superficie en la que se practica la actividad física. Así, para cada superficie se necesitará un diseño diferente y un determinado material en la suela. Un exceso o déficit de tracción aumenta el riesgo de sufrir lesiones y disminuye el rendimiento.
Actualmente, se valora mucho la ligereza en el calzado de carrera. Las dos estrategias más utilizadas para aligerar el calzado son la eliminación parcial de elementos de control y de la suela, lo que hace que el calzado pueda sufrir un mayor deterioro.
En un calzado deteriorado:
- La forma se pierde y aparecen problemas de ajuste. El pie se desplaza aumentando las rozaduras, los problemas en las uñas y disminuyendo el rendimiento.
- El material amortiguador no cumple correctamente su función y se deforma. Esto puede tener una influencia negativa en el control de movimientos.
- El control de movimientos es deficiente debido al desgaste de los elementos estructurales que conforman la zapatilla.
- El desgaste de la suela hace que se pierda adherencia, aumentando el riesgo de caídas, disminuyendo el rendimiento y dejando la media suela expuesta al deterioro.
Tradicionalmente, se ha dicho que una zapatilla de entrenamiento no debería superar los 1,000 kilómetros. Para las zapatillas ligeras, esta distancia debería reducirse a la mitad.
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Oscar Hernández, docente del grado en Podología de la Facultad de Ciencias de la Salud de Manresa
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