En la situación de pandemia que todavía vivimos constatamos que no únicamente se contagia el virus, en la sociedad, sinó que también lo hacen las emociones. En palabras del psiquiatra J.L Tizón, una característica de esta pandemia que la diferencia de otras es la pandemia de las emociones y la emocionalidad compartida alrededor de los miedos, el sensacionalismo, el negacionismo, las teorías de la conspiración... A continuación analizaremos cómo afecta esta pandemia a situaciones emocionales como el duelo y las pérdidas.
El miedo a morir, el miedo al contagio, pero también al hecho de no poder acompañar a los seres queridos ingresados, en situación crítica, ha generado mucho dolor y todavía más cuando no se ha podido acompañarlos a la hora de morir. Han muerto solos y sin la compañía de los familiares y eso genera pena, tristeza, dolor, las principales emociones que surgen en aquello que conocemos como duelo. Un duelo que requiere de un tiempo para aceptar la pérdida. Aún así, la imposibilidad de acompañar a nuestros seres queridos dificulta que podamos llevar a cabao un exitoso proceso de elaboración del duelo para integrar la pérdida.
Toda pérdida comporta una frustración y un cierto desequilibrio emocional. La persona que sufre una pérdida experimenta un conjunto de sentimientos y emociones y ese es el origen de un cambio de comportamiento que puede afectar sus relaciones. Una cuestión importante que hay que recordar es si la pérdida ha sido esperada o inesperada, como cuando la muerte es consecuencia de accidentes o desastres naturales, por ejemplo.
En este equilibrio psíquico temporal, afloran las emociones más intensas, entre las cuales estarían como principales la rabia, la pena, el dolor o la tristeza. En esta situación se pone en juego la capacidad del individuo de afrontar esta situación tan dolorosa. La forma de afrontarla dependerá de cada persona y tiene mucho que ver con su historia personal, con su biografía. Y es que la forma y las estrategias con las cuales se afrontan estas pérdidas tienen el origen en la forma cómo desde el nacimiento la persona se ha ido enfrentando a las sucesivas pérdidas y frustraciones que se han producido durante su desarrollo evolutivo. Si estas estrategias posibilitan la evolución y el crecimiento, se convierten en capacidades y recursos internos que permiten superar el desequilibrio psíquico temporal en el que la persona se ve atrapada ante tanto sufrimiento.
Cuando hablamos de duelo, se entiende que hablamos de la pérdida de un ser querido, pero también hay pérdidas internas que afectan a nuestro mundo y nuestra vida cotidiana. Perder el trabajo o divorciarse, por ejemplo, representan romper y perder un proyecto de vida. Son situaciones que también provocan rabia, ansiedad, miedo, vulnerabilidad e impotencia, entre otras emociones. Y también, en estos casos, son necesarias las estrategias y recursos internos que pondrán a a prueba la capacidad de la persona para aceptar la nueva realidad y comenzar un posible proceso de crecimiento y conocimiento de uno mismo.
Cuando hablamos de cómo a lo largo del desarrollo evolutivo se van construyendo estas estrategias y recursos internos es importante lo que nos advierte el filósofo coreano Byung-Chul Han. Teniendo en cuenta lo que sostiene en su último libro (La sociedad paliativa. Ed. Herder), el peligro está en qué en la actualidad, en nuestra sociedad, tratamos de evitar como sea cualquier sufrimiento, cualquier conflicto. Según este autor, vivimos en una sociedad anestesiada, en la cual predomina lo que llama algofobia, la fobia al dolor, un miedo generalizado al sufrimiento. Explica que vivimos en una sociedad paliativa, del "me gusta", en la cual el "like" es el signo y también el analgésico del presente, nada tiene que doler. Se evitan los conflictos y contradicciones que podrían causar dolor.
Las personas que crecen en ausencia de cualquier frustración, de negación de los conflictos, de negación de las pérdidas, no dispondrán de los recursos internos necesarios para abordar las inevitables pérdidas, frustraciones y experiencias dolorosas que se producen durante la vida de los seres humanos. Por eso es importante que durante el desarrollo evolutivo de los individuos se favorezca la adquisición de estas estrategias y recursos internos que serán necesarios.
Cuando todos estos recursos internos se activan, juntamente con la red afectiva y social de la persona que sufre una pérdida, se desarrolla la elaboración del duelo, en el cual en la mayoría de casos, se acaba aceptando la nueva realidad, tanto la interna como la externa. Hablaríamos de un dolor patológico en el caso que esta situación se mantenga en el tiempo y continuen los síntomas físicos y psicológicos, entre los cuales están la tristeza prolongada, dificultades para dormir y los recuerdos intrusivos.
En toda elaboración del duelo es necesario diferenciar los momentos y las tareas fundamentales. En el momento del impacto y de la crisis, la tarea fundamental es aceptar la realidad de la pérdida. El segundo momento es la aflicción, momento en el cual es necesario trabajar las emociones y el dolor de la pérdida. El tercer momento sería la pena y desesperanza reversibles, que requieren de una readaptación al entorno contando con la ausencia del objeto. El cuarto y último es la recuperación o desinterés, durante el cual será necesario reubicar lo que se haya perdido.
¿Cómo ayudar a las personas que han sufrido una pérdida?
Para acompañar a la persona que ha sufrido una pérdida, a parte de la família y los círculos próximos, la red social habitual y los equipos de atención primaria de salud, también hay grupos de profesionales especializados en el tratamiento de los duelos.
Un recurso importante es el abordaje en grupo. La utilidad y eficacia de las técnicas grupales han sido puestas de manifiesto por múltiples investigaciones. El grupo actua como família substitutiva y tiene, entre otras funciones terapéuticas, el hecho de compartir las dificultades y la posibilidad de replantearse las vivencias familiares. Es un espacio que permite realizar una reparación y corrección de los múltiples malentendidos y desacuerdos que se dan en la forma de comprender el mundo de las personas, de abordar las interdependencias que comportan sufrimiento y las que aportan solidaridad, generosidad. Un espacio en el cual poder mostrarse vulnerable ante los otros, compartiendo estados intrnos y trabajando la integración y el equilibrio emocional.
Un duelo que posee unas característiques específicas que lo diferencian de otros duelos es el duelo migratorio. El psiquiatra y psicoanalista Joseba Achotegui ha estudiado a fondo este duelo (El Síndrome de Ulisses, Ed.NED). En su investigación sobre el duelo migratorio describe lo que llama el Síndrome de Ulises del emigrante. La persona presenta toda una serie de síntomas como tristeza, miedo, llanto, tensión, insomnio, irritabilidad y también somatizaciones como fatiga, molestias osteoarticulares o cefalea.
Este cuadro, según este autor, es un cuadro reactivo de estrés ante situaciones de duelo que no pueden ser elaboradas. La personalidad del sujeto y su equilibrio interno quedan afectados por las situaciones estresantes que viven estas personas. El duelo migratorio es un duelo parcial, recurrente y mútliple. Se pierden la família y los amigos, la lengua, la cultura, la tierra, el estatus social, el contacto con el grupo étnico, los riesgos para la integridad física y todo junto afecta a la identidad.
Dos aspectos importantes a destacar de este duelo es que es transgeneracional, ya que continúa en los hijos y podría continuar en las siguientes generaciones; y también que afecta tanto a la persona que emigra, como a los que reciben a los inmigrantes y los que se quedan en el país de origen.
Nos advierte Achotegui, que el Síndrome de Ulises no es una enfermedad, sinó que se sitúa en el campo de la salud mental y en el peligro de la desvalorización de los sufrimientos. Eso puede provocar que se hagan diagnósticos incorrectos como enfermos depresivos o que sufren trastornos adaptativos o trastornos por estrés posttraumático.
Resalta la importancia de prevención sanitaria y psciosocial, con programas psicoeducativos y de contención emocional, en los cuales intervengan múltiples profesionales: psiquiatras, médicos, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeras, educadores sociales y otros profesionales sanitarios.
En resumen, el duelo es una experiencia que necesita de un acompañamiento adecuado a cada situación, a cada realidad y a cada persona, una experiencia que necessita de un proceso para pasar de una realidad a una de nueva creada por una ausencia, sea esta identitaria o personal.
Miguel Pérez Silva, psicólogo de la Clínica Universitària y responsable de la unidad de atención psicológica al alumnado de UManresa
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