La pandemia de la COVID-19 puso sobre la mesa la salud mental como nunca antes. Desde entonces, se ha hablado mucho más de las diversas patologías psiquiátricas y trastornos psicológicos, aunque este aumento de la atención no se ha traducido en más recursos. Aun así, la mayor visibilidad ha ayudado a muchas personas a atreverse a pedir ayuda, un paso esencial en el camino hacia la mejora.
El aumento de los suicidios y su incomprensión
Uno de los temas de salud mental más impactantes es el suicidio. Esta forma de morir, quizás la más dolorosa e incomprensible, implica que una persona acaba con su propia vida, a pesar de que el instinto humano más profundo es el de sobrevivir. Las cifras de suicidios aumentan año tras año, incluso entre los jóvenes, algo que nos golpea como sociedad. Tendemos a ver la juventud como una etapa de diversión y ligereza, pero el sufrimiento puede aparecer en cualquier momento y por muchas razones diferentes.
Hay que tener en cuenta que muchos suicidios pueden quedar fuera de las estadísticas oficiales, ya sea porque se disfrazan como accidentes o porque las familias, por miedo o dolor, ocultan la verdadera causa de la muerte.
El suicidio a menudo se asocia a la depresión, especialmente en sus formas más graves, llamadas depresiones mayores. Las personas con depresión pueden tener pensamientos extremadamente negativos hacia sí mismas, hacia el mundo y hacia el futuro, hasta el punto de querer escapar de sí mismas. No es tanto que quieran morir, sino que quieren dejar de sufrir. En consulta, muchas personas con depresión expresan que la vida se les hace insoportable y que desean no despertarse al día siguiente. Este deseo de desaparecer es una llamada desesperada para dejar atrás el dolor emocional, cognitivo y conductual que las consume.
Un ejemplo ilustrativo es el caso del conocido humorista Joan Capri, que, a pesar de hacer reír a muchos, padecía depresiones recurrentes. En una entrevista, explicó que su sufrimiento comenzaba cada mañana, cuando se despertaba y entraba en contacto con su dolorosa realidad.
La complejidad del suicidio: otros factores en juego
Aunque la depresión está a menudo relacionada con el suicidio, no es la única causa. Otros trastornos como la esquizofrenia, el trastorno obsesivo-compulsivo, los trastornos graves de la personalidad, entre otros, pueden generar un sufrimiento intenso que puede llevar a intentos de suicidio. Incluso personas sin diagnóstico previo pueden tener momentos de gran desesperación que los llevan a cometer actos violentos contra sí mismas. Los suicidios impulsados por momentos de desbordamiento emocional son especialmente frecuentes en hombres, más propensos a la impulsividad, un rasgo que a menudo está detrás de los suicidios masculinos.
En otros casos, el suicidio es un acto planificado, en el que la persona ha pasado tiempo ideando su propia muerte. También cabe mencionar que las tasas de suicidio son más altas en países nórdicos, donde la falta de luz solar se ha asociado con algunos tipos de depresión. Por este motivo, en algunos lugares como Noruega, se recomienda a los pacientes con depresión que pasen temporadas en zonas con más luz solar, como Alicante.
Las hormonas también pueden jugar un papel crucial en el estado de ánimo. Por ejemplo, las personas en tratamiento hormonal, ya sea por cáncer o problemas con la menopausia, pueden experimentar una gran labilidad emocional que las conduce a procesos depresivos. Un caso claro es la depresión postparto, que, a pesar de ser frecuente, puede llegar a casos graves que incluso pueden terminar en suicidio.
Desmintiendo mitos y comprendiendo la gravedad del suicidio
Las sociedades evolucionan lentamente, y no todos lo hacen al mismo ritmo. Hace no mucho tiempo, una persona que se suicidaba no tenía derecho a un funeral dentro de la iglesia. Aún hoy en día, muchos ven el suicidio como un acto de cobardía, un "mantra" que debemos desterrar. Es crucial entender que una persona que se quita la vida lo hace porque se encuentra en una situación de gran sufrimiento, que supera su capacidad de resistencia.
Otro mito es que las personas que hablan de suicidio solo lo hacen para llamar la atención. Nada más lejos de la realidad: tanto las personas que lo manifiestan abiertamente como aquellas que lo ocultan están en peligro. Un ejemplo claro es la "depresión sonriente", donde la persona, a pesar de parecer bien, oculta un profundo sufrimiento que puede terminar en suicidio.
También es necesario hablar del "suicidio ampliado", un concepto que se refiere a aquellas personas que, en un estado de depresión extrema, deciden llevarse consigo a su familia para evitar que sufran. Este tipo de suicidio es especialmente trágico y es una expresión de la distorsión cognitiva propia de las depresiones más graves.
Señales de alerta a tener en cuenta
Es importante estar atentos a ciertas señales que pueden indicar un riesgo de suicidio:
- Expresiones de deseo de morir: no subestiméis nunca comentarios sobre querer morir o dejar de vivir. Pueden ser un grito de ayuda.
- Intento de suicidio previo: una persona que ya ha intentado suicidarse tiene un riesgo elevado de volver a intentarlo.
- Deseo constante de dormir o desconectar: si una persona manifiesta que solo se siente bien cuando duerme o desea dormir a menudo, puede estar expresando un deseo de desconectar de la realidad.
- Conocimiento de un suicidio cercano: la noticia de un suicidio puede desencadenar intentos de imitación en personas vulnerables.
- Adolescencia: esta es una época especialmente sensible, durante la cual la confusión y la incertidumbre pueden llevar a intentos de suicidio.
- Culpabilidad de los familiares: la muerte por suicidio genera un fuerte sentimiento de culpa en los familiares. Es importante recordar que no son responsables.
La necesidad de una conversación abierta y recursos adecuados
Como sociedad, es fundamental hablar abiertamente sobre el suicidio y trabajar para desterrar los estigmas. Pero también es crucial invertir en recursos para prevenirlo. La contratación de más profesionales de la salud mental y el estudio de las circunstancias que conducen al suicidio podrían ayudar a reducir esta forma de muerte tan dura e incomprensible. Ojalá algún día podamos vivir en un mundo libre de suicidios.
Tania Estapé i Madinabeitia, psicóloga clínica y docente de la Facultad de Ciencias de la Salud de Manresa
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