Desde que nacemos hasta que podemos movernos con independencia funcional se producen muchos cambios a nivel madurativo. El cerebro, que nace con millones y millones de neuronas, tiene que crear su red cerebral. Esto significa que debe construir las diferentes conexiones neurológicas que nos permitirán ir adquiriendo habilidades cada vez más complejas e independientes. Al inicio, cuando somos bebés y queremos mover un brazo, movemos piernas y brazos a la vez, pero cuanto más maduro es nuestro sistema, más capacidad tenemos para mover un dedo independientemente del resto del cuerpo. Esta capacidad depende de la maduración del sistema nervioso. El movimiento es uno de los factores que más influye en esta maduración.
Libertad de movimiento
Por eso es importante que, desde bebés, dejemos libertad de movimiento. Un bebé acostado tiene muchas posibilidades de movimiento, mientras que un bebé en una maxicosi o en una hamaca tiene más limitaciones de movimiento. Con esto no quiero decir que no son buenas las hamacas o las maxicosis; si se utilizan en la medida que están pensadas, no hay ningún problema. El problema es cuando las utilizamos en exceso o para funciones para las cuales no están creadas.
Reflejos primitivos y desarrollo
De hecho, cuando nacemos, el bebé está dotado de reflejos, movimientos que se activan cuando hay un movimiento de la cabeza. Por ejemplo, si giramos la cabeza a la derecha, veremos que el brazo derecho se estira y el izquierdo se dobla. Esto ocurre cuando se activa el reflejo tónico simétrico del cuello. Este reflejo permite que el bebé se mueva y que experimente este movimiento. A medida que madura el sistema nervioso, es decir, que se van creando conexiones entre diferentes neuronas, cada vez podemos movernos con más independencia. Estos movimientos nos permiten realizar acciones más complejas, como pasar de estar acostados a sentados, cambiar a la posición de cuadrupedia, lograr gatear y finalmente ponerse de pie y caminar.
Reflejos imprescindibles
De reflejos al nacer tenemos muchos, como por ejemplo el reflejo de Moro, el reflejo tónico simétrico y el reflejo laberíntico, entre otros. Estos reflejos son imprescindibles al nacer, ya que aseguran nuestra supervivencia e indican que tenemos un sistema nervioso sano. Hemos dicho que son indispensables para generar respuestas automáticas que, poco a poco, se irán convirtiendo en movimientos voluntarios cada vez más evolucionados. Estos reflejos deberían desaparecer a lo largo de los primeros meses o primeros años de vida para evolucionar hacia reflejos posturales. Este hecho natural se da por supuesto médicamente. Los reflejos primitivos maduran y permiten la aparición de reflejos posturales. Pero en muchas ocasiones no es así. Los reflejos primitivos quedan retenidos, y en ocasiones se habla de indicios de reflejos que aún están activos. Estos reflejos activos afectan al tono muscular del niño y a la capacidad de equilibrio y coordinación, ya que a partir de movimientos de la cabeza aparecen tensiones de forma involuntaria que pueden afectar la coordinación y el equilibrio del niño, afectando sus habilidades.
Repercusiones a largo plazo
Podría parecer que esto solo afecta indirectamente al movimiento, pero las repercusiones en niños de 7 años o más pueden ser diversas. Niños a los que les cuesta leer por la influencia de la coordinación y la motilidad ocular. Niños a los que les cuesta entender las matemáticas, ya que estas tensiones afectan la propiocepción y el equilibrio, dificultándoles ubicar el espacio, las direcciones y entender el tiempo y sus consecuencias. También niños que son “torpes”, a los que les cuesta mucho coordinar, niños a los que no les gusta jugar al fútbol o al baloncesto por las dificultades que tienen en coordinar los movimientos del cuerpo. Además, les cuesta ser pulcros o tener buena letra, ya que estas tensiones hacen que no puedan disociar bien los movimientos de la mano. Niños a los que les cuesta mucho estar quietos en una silla o que se acercan muchísimo al papel. Dificultades que podrían deberse a muchos otros motivos, pero en muchas ocasiones pueden ser por estos reflejos activos o inmaduros.
Influencia positiva en la maduración neuromotriz
Es importante saber que podemos influir para ayudar a madurar el sistema nervioso y dar una segunda oportunidad al cerebro para crear aquellas conexiones que en los primeros años de vida no se crearon. Si la inmadurez que presenta el niño es poca, tan solo realizando actividades motrices será suficiente para madurar esta parte del sistema nervioso que no ha madurado por sí solo. Por otro lado, si la inmadurez es importante, se aconseja una visita a un/a terapeuta especializado/a en maduración neuromotriz. Este/a valorará al niño para ver si hay inmadurez y pautará unos ejercicios específicos que reproducen unos movimientos que deberá hacer el niño cada día en casa, durante 5 a 10 minutos aproximadamente, para ayudar a crear estas conexiones y ayudar al sistema nervioso a madurar.
Movimiento: clave para el desarrollo
El movimiento es muy importante. Ya cuando el bebé está dentro de la barriga materna está creando conexiones entre diferentes neuronas, cuando nace lo sigue haciendo y lo seguirá haciendo a lo largo de su crecimiento. Permitir que el bebé pueda experimentar el movimiento en diferentes posiciones es importante. También es importante dejarlo experimentar a través del juego y de diferentes movimientos de la cabeza. Aprovechar juegos de regazo, columpios y circuitos varios puede ser una buena manera de disfrutar mientras ayudas a que el sistema vaya creando las conexiones que ayudarán a madurar el sistema y a hacer que los reflejos puedan desarrollarse hacia reflejos posturales, que permitirán movimientos más eficientes e independientes. Una buena maduración del sistema nervioso permitirá a los niños tener más habilidades motrices que repercutirán en la adquisición de sus aprendizajes.
Marta Not Monegal, docente del Grado en Fisioterapia de la Facultad de Ciencias de la Salud de Manresa
Añadir nuevo comentario